Manhattan
seguía siendo un entramado de sueños rotos. A Ruby[1] siempre le entraba cierta
ansiedad cuando llegaba la hora de dormir, aunque tenía superada aquella manía
de principiante de acostarte con los casos sin resolver, especialmente por si
sus sueños se veían interrumpidos de manera abrupta por el sonido del teléfono
en su mesilla de noche. Desafortunadamente, fue lo que sucedió. Al otro lado,
la voz de la teniente Pacovska [2]con la peor de las
noticias: un nuevo caso en las afueras de Nueva York, en el Condado de Putnam.
No tenía muchos detalles, solo que debía estar en la comisaría de Phillipstown
a las 9 de la mañana con el Sheriff del condado.
Tenía
la suerte de contar con su hermana Helen[3] para cuidar de Trent,
Bobby y la pequeña Lucy[4]. Además, la adoraban y
siempre aparecía con galletas, miel y naranjas. Ya sabéis cómo son los más
pequeños. Tan solo quedaba encorsetarse en su traje del FBI y colocar algunas
cosas imprescindibles en su neceser. “Precavida, siempre vale por dos”, como le
decía su difunta madre.
Salir
de la ciudad siempre era un incordio, pero se reconfortó cuando la locutora de
la KCRW anunció su canción favorita de Nina Simone, “Sinnerman”. El
desgarro de aquella voz acompañando la tibieza de aquel amanecer, mientras el
Hudson reflejaba los destellos de los primeros rayos de sol. Durante el trayecto por la Interestatal 287, aprovechó para contactar con Marjorie[5] y recopilar algunos
detalles de la investigación. Además, siempre le recomendaba alguna cafetería pintoresca en la que acompañar un café cargado con unas tortas y mantequilla[6]. Su debilidad confesable.
Cada
nuevo caso era como el cielo. De repente puede cambiar, traerte sorpresas o
pillarte sin abrigo. Por mucho que mires arriba nunca sabes lo que te aguarda[7]. En la comisaría, el
Sheriff esperaba inquieto, se percibía por su manera de rascarse su frondosa
barba que recordaba a Paul Bunyan[8]. Ruby, sabía que los casos
de adolescentes perdidas siempre alteraban por completo la rutina de aquellas
pequeñas comunidades. Con su buena dosis de café y un trozo de pastel envuelto
en una servilleta que cogió del comedor de la comisaría, tomó aire antes de seguir
el todoterreno del Sheriff.
Se adentraron en Cold Spring, con aquel peculiar
cartel con el dibujo de la Bear Mountain y con una población de 1961 habitantes, rodeada de grandes ejemplares de pinos rojos americanos y canadienses. A la
entrada de aquella pequeña villa residencial, con sus preciosas casas de
madera, se habían organizado batidas por las diferentes zonas colindantes y a
lo largo del río Hudson. La última pista viable que tenían era su desaparición
en un área comprendida entre los Parques Estatales del Arroyo de Cold Spring y
el del Lago del Lobo.
En
este último, en el ocaso del día, una batida halló el cuerpo de la joven
desaparecida. Mientras esperaban al equipo forense, era aterrador el contraste
de la oscuridad de la arboleda contemplando el haz de luz del foco que apuntaba
al cuerpo desvalido de una joven, flotando en el agua desnuda y con su melena rubia
rizada serpenteando en la corriente: ¿quién habrá exprimido como una cereza su
corazón?[9] En su pelo, una corona con
florecillas, ramas en flor y amapolas rojas. En sus ojos se veían dos cerezas y,
en su boca, pintada una mariposa dorada y con sus labios verdes de musgo[10].
Ante
aquella imagen inquietante, Ruby pensaba en los interrogatorios que le esperaba
en los próximos días. Aquella niña perdió su corazón bajo el agua y, ojalá
pudiera preguntarle al musgo, a las hojas, a las amapolas y al agua, verdaderos
testigos de aquel que arrancó del alma la flor de pasiones. De cerca, pudo
observar las marcas de arañazos que desgarraban su piel, justo donde crecían en su cuerpo
las flores salvajes. Era evidente que opuso resistencia.
Por
desgracia, su familia apareció en medio de la noche para contemplar aquella
tragedia. Sus gritos desconsolados apenas podían ser detenidos por el equipo
sanitario, aunque la visión más perturbadora fue contemplar a la anciana abuela
arrodillada ante el lago llorando mientras repetía como un mantra una extraña
oración: “pequeños y grandes peces que nadan en el agua, venid hasta la orilla y devolvedme a mi niña”. Con el dispositivo disuelto, reservó una habitación
en el Cold Spring Bread & Breakfast como Marjorie le recomendó. El viejo de
la recepción, que miró curiosamente su identificación del FBI, le dio las
llaves de la habitación 333[11]. Y el viejo, en aquella vetusta
recepción, continuó leyendo el periódico[12] con sus grandes gafas.
Tuvo
una noche larga perturbada por aquella imagen en el Lago del Lobo, soñó que paseaba
en el bosque[13]
y entre la arboleda se escuchaban aullidos que decían: “los lobos no son lo que parecen”. A lo lejos, un Ginkgo[14] centenario se prendía
fuego y sus pasos le conducían hasta él. En aquella ensoñación, el viento
helaba su piel y una extraña puerta se abría en aquel gran árbol que, inevitablemente,
abrió con su mano derecha enrojecida por bayas y amapolas. Al otro lado, las
cortinas rojas de un teatro en el que vio en el escenario a aquella joven rubia
vestida de negro, inmóvil, llorando. Se acercó hasta ella y se despertó
sobresaltada: al mirarla de cerca, Ruby comprobó que aquella joven era, en
realidad, ella.
Referencias
adicionales:
Cine
y TV:
Lynch,
D. (1990). Twin Peaks.
Lynch,
D. (2001). Mulholland Drive.
Demme,
J. (1991). El silencio de los corderos (la portada con la mariposa en la boca)
Canciones:
Pj
Harvey (1994). Down by the water. En To bring you my love.
Nick
Cave & The Bad Seeds. (1994). Red right hand. En I let love in
Nick Cave & The Bad Seeds. (1996). Where the wild roses grow. En Murder Ballads
Cuadro:
John
Everett Millàis (1851). Ophelia. (relacionada con la portada del disco
de PJ Harvey)
Kay
Ridge, Golden Ginkgo https://www.absolutearts.com/painting/acrylic/kay-ridge-golden-ginkgo-1251500914.html
[1] Martín
Gaite, C. (1990). Caperucita en Manhattan.
[2]
Pacovska, K. (2008). Caperucita roja.
[3] Potter,
B. & Oxenbury, H. (2019). Caperucita roja
[4]
Willingham & Buckingham (2002). Fables
[5] Leray,
M. (2015). Una caperucita roja
[6]
Perrault, C. (1697). Caperucita roja
[7] Frisch,
A. & Innocenti, R. (2013). La niña de rojo
[8] Wieck, L
(1800). Caperucita roja (*Paul Bunyan, personaje del imaginario estadounidense:
leñador gigante)
[9] Mistral,
G. (1924) Caperucita roja
[10] García
Lorca, F. (1919). La balada de Caperucita
[11] Uher
(2011). Tipificación en el índice ATU del cuento de Caperucita roja.
[12] Rodari,
G. (2007) Confundiendo historias.
[13] Browne,
A. (2004). En el bosque
[14] Young,
E. (1989). Lon Po Po. La versión china de Caperucita roja
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