viernes, 10 de enero de 2020

Relato literario: Una fría noche de primavera



Manhattan seguía siendo un entramado de sueños rotos. A Ruby[1] siempre le entraba cierta ansiedad cuando llegaba la hora de dormir, aunque tenía superada aquella manía de principiante de acostarte con los casos sin resolver, especialmente por si sus sueños se veían interrumpidos de manera abrupta por el sonido del teléfono en su mesilla de noche. Desafortunadamente, fue lo que sucedió. Al otro lado, la voz de la teniente Pacovska [2]con la peor de las noticias: un nuevo caso en las afueras de Nueva York, en el Condado de Putnam. No tenía muchos detalles, solo que debía estar en la comisaría de Phillipstown a las 9 de la mañana con el Sheriff del condado.

Tenía la suerte de contar con su hermana Helen[3] para cuidar de Trent, Bobby y la pequeña Lucy[4]. Además, la adoraban y siempre aparecía con galletas, miel y naranjas. Ya sabéis cómo son los más pequeños. Tan solo quedaba encorsetarse en su traje del FBI y colocar algunas cosas imprescindibles en su neceser. “Precavida, siempre vale por dos”, como le decía su difunta madre.

Salir de la ciudad siempre era un incordio, pero se reconfortó cuando la locutora de la KCRW anunció su canción favorita de Nina Simone, “Sinnerman”. El desgarro de aquella voz acompañando la tibieza de aquel amanecer, mientras el Hudson reflejaba los destellos de los primeros rayos de sol. Durante el trayecto por la Interestatal 287, aprovechó para contactar con Marjorie[5] y recopilar algunos detalles de la investigación. Además, siempre le recomendaba alguna cafetería pintoresca en la que acompañar un café cargado con unas tortas y mantequilla[6]. Su debilidad confesable.

Cada nuevo caso era como el cielo. De repente puede cambiar, traerte sorpresas o pillarte sin abrigo. Por mucho que mires arriba nunca sabes lo que te aguarda[7]. En la comisaría, el Sheriff esperaba inquieto, se percibía por su manera de rascarse su frondosa barba que recordaba a Paul Bunyan[8]. Ruby, sabía que los casos de adolescentes perdidas siempre alteraban por completo la rutina de aquellas pequeñas comunidades. Con su buena dosis de café y un trozo de pastel envuelto en una servilleta que cogió del comedor de la comisaría, tomó aire antes de seguir el todoterreno del Sheriff. 


Se adentraron en Cold Spring, con aquel peculiar cartel con el dibujo de la Bear Mountain y con una población de 1961 habitantes, rodeada de grandes ejemplares de pinos rojos americanos y canadienses. A la entrada de aquella pequeña villa residencial, con sus preciosas casas de madera, se habían organizado batidas por las diferentes zonas colindantes y a lo largo del río Hudson. La última pista viable que tenían era su desaparición en un área comprendida entre los Parques Estatales del Arroyo de Cold Spring y el del Lago del Lobo.

En este último, en el ocaso del día, una batida halló el cuerpo de la joven desaparecida. Mientras esperaban al equipo forense, era aterrador el contraste de la oscuridad de la arboleda contemplando el haz de luz del foco que apuntaba al cuerpo desvalido de una joven, flotando en el agua desnuda y con su melena rubia rizada serpenteando en la corriente: ¿quién habrá exprimido como una cereza su corazón?[9] En su pelo, una corona con florecillas, ramas en flor y amapolas rojas. En sus ojos se veían dos cerezas y, en su boca, pintada una mariposa dorada y con sus labios verdes de musgo[10].


Ante aquella imagen inquietante, Ruby pensaba en los interrogatorios que le esperaba en los próximos días. Aquella niña perdió su corazón bajo el agua y, ojalá pudiera preguntarle al musgo, a las hojas, a las amapolas y al agua, verdaderos testigos de aquel que arrancó del alma la flor de pasiones. De cerca, pudo observar las marcas de arañazos que desgarraban su piel, justo donde crecían en su cuerpo las flores salvajes. Era evidente que opuso resistencia.

Por desgracia, su familia apareció en medio de la noche para contemplar aquella tragedia. Sus gritos desconsolados apenas podían ser detenidos por el equipo sanitario, aunque la visión más perturbadora fue contemplar a la anciana abuela arrodillada ante el lago llorando mientras repetía como un mantra una extraña oración: “pequeños y grandes peces que nadan en el agua, venid hasta la orilla y devolvedme a mi niña”. Con el dispositivo disuelto, reservó una habitación en el Cold Spring Bread & Breakfast como Marjorie le recomendó. El viejo de la recepción, que miró curiosamente su identificación del FBI, le dio las llaves de la habitación 333[11]. Y el viejo, en aquella vetusta recepción, continuó leyendo el periódico[12] con sus grandes gafas.


Tuvo una noche larga perturbada por aquella imagen en el Lago del Lobo, soñó que paseaba en el bosque[13] y entre la arboleda se escuchaban aullidos que decían: “los lobos no son lo que parecen”. A lo lejos, un Ginkgo[14] centenario se prendía fuego y sus pasos le conducían hasta él. En aquella ensoñación, el viento helaba su piel y una extraña puerta se abría en aquel gran árbol que, inevitablemente, abrió con su mano derecha enrojecida por bayas y amapolas. Al otro lado, las cortinas rojas de un teatro en el que vio en el escenario a aquella joven rubia vestida de negro, inmóvil, llorando. Se acercó hasta ella y se despertó sobresaltada: al mirarla de cerca, Ruby comprobó que aquella joven era, en realidad, ella.



Referencias adicionales:
Cine y TV:
Lynch, D. (1990). Twin Peaks.
Lynch, D. (2001). Mulholland Drive.
Demme, J. (1991). El silencio de los corderos (la portada con la mariposa en la boca)
Canciones:
Pj Harvey (1994). Down by the water. En To bring you my love.
Nick Cave & The Bad Seeds. (1994). Red right hand. En I let love in
Nick Cave & The Bad Seeds. (1996). Where the wild roses grow. En Murder Ballads
Cuadro:
John Everett Millàis (1851). Ophelia. (relacionada con la portada del disco de PJ Harvey)



[1] Martín Gaite, C. (1990). Caperucita en Manhattan.
[2] Pacovska, K. (2008). Caperucita roja.
[3] Potter, B. & Oxenbury, H. (2019). Caperucita roja
[4] Willingham & Buckingham (2002). Fables
[5] Leray, M. (2015). Una caperucita roja
[6] Perrault, C. (1697). Caperucita roja
[7] Frisch, A. & Innocenti, R. (2013). La niña de rojo
[8] Wieck, L (1800). Caperucita roja (*Paul Bunyan, personaje del imaginario estadounidense: leñador gigante)
[9] Mistral, G. (1924) Caperucita roja
[10] García Lorca, F. (1919). La balada de Caperucita
[11] Uher (2011). Tipificación en el índice ATU del cuento de Caperucita roja.
[12] Rodari, G. (2007) Confundiendo historias.
[13] Browne, A. (2004). En el bosque
[14] Young, E. (1989). Lon Po Po. La versión china de Caperucita roja

No hay comentarios:

Publicar un comentario